El aprendizaje se revaloriza
Anécdotas y citas del pasado nos
recuerdan – en el presente – una visión no tan futura, donde más
autómatas que pensadores conquistan nuestra historia.
Las anécdotas, refranes y citas
de la historia – y modelos – del
mundo, son portadores de una sabiduría digna del estudio cotidiano. Nos
recuerdan la importancia de mirar hacia atrás para encontrar una mejor
perspectiva ante el futuro; las piedras con las que tropezamos señalan cuándo
erramos en el camino y, sin duda, nos reconducen – si hacemos caso a sus advertencias – hacia senderos más acordes.
Y en una sociedad en la que se pierden los valores de la cultura, del
aprendizaje, del “hacerse a uno mismo”
día a día y de poseer y amar una vocación, se precisa rememorar la necesidad
de conocer y conocernos. Solo hace falta observar la nueva tropa “Ni-ni”, apoderada del país, que infla
una crisis que hace tiempo dejó de ser exclusivamente económica.
Buscando entre los motores de la
red de redes, hallé a un Renoir que no recordaba y una lección para cada
pasado, presente y futuro. Una de esas
enseñanzas, expresada de forma tan sencilla, que debiera calar en el sistema
neuronal de cualquier generación.
Por aquel entonces, Pierre-Auguste
Renoir, había dejado crecer muchas canas expertas, y los trazos del maestro
eran rápidos, concisos e impecables. El pintor dejó como legado un dato enciclopédico
realmente impactante, pues sus obras se cuentan por más de 4000 pinturas,
dejando al mundo más creaciones pictóricas que Manet, Cézanne y Degas juntos.
Y, artrítico
como estaba, cuenta la anécdota que recibió una visita. Un representante de
perfume francés, quien deseaba encargarle un dibujo – a modo de logotipo – para la etiqueta de
su producto aromático.
Cerca ya de
la fatídica hora en la que acabaría postrándose en una silla de ruedas, Renoir,
en escasos minutos – y ante el rostro
estupefacto del recién llegado – navegó en el papel con su carboncillo,
descubriendo entre sus musas el esbozo perfecto de una silueta, una mujer
trazada en la nitidez de las sombras.
Es probable
que, efectivamente, el esfuerzo del improvisado dibujo fuera ridículo y, como
si esa misma fuera su idea, le tendió despreocupado el trabajo al representante
de perfumes, no sin pedirle a cambio una fortuna por él – aproximadamente el valor de un hogar medio entre los barrios parisinos.
Pero no es
ese el final ni la lección de esta historia. El visitante, testigo del escaso tiempo
invertido en la creación de aquella imagen, y no al parecer de la perfección
del boceto, se enojó con el artista. E indignado, le espetó:
–¿Cómo voy
yo a pagarle semejante suma por un dibujo que ha hecho en cinco minutos?
Y la
respuesta de Renoir fue clara…
–Son cinco
minutos más sesenta años de experiencia.
No obstante,
parece ser que ha quedado a kilómetros de distancia la idea de los maestros,
los oficios, el orgullo del trabajo bien hecho, el desarrollo de las creencias,
la formación – externa y autodidacta
– del pensamiento, las inquietudes, la voluntad suficiente para dejar la huella
preciada en otras mentes,…; la idea, finalmente, del ser pensante que somos
potencialmente cada uno de nosotros.
Y podría ser
cierto, como decía Quino – a través de su
Mafalda – que <<cada vez hay
más gente y menos personas>>.
Sin embargo,
y a pesar del significado actual de rebeldía – posiblemente lujuria y excesos –, en contraposición con el tono
político y filosófico que debiera poseer el concepto, aún es posible aprender de
nuestros errores y hacer, del cambio y el avance, nociones nuevamente positivas.
Evocando las
palabras de otro pensador, podríamos decir que Sir Francis Bacon también
llevaba razón; <<El conocimiento es
poder>>.
En este caso,
el conocimiento del mundo y de nosotros mismos, en pro de una evolución más
allá de la tecnológica – y en contra de
un retraso en la voluntad del individuo.
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